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lunes, 3 de febrero de 2014

MUNDIAL ORDEN NUEVO 58


MUNDIAL ORDEN NUEVO  58

Ya que para nadie es un misterio el que Estados Unidos sea a su vez controlado por la consabida
cúpula hegemónica, bien podemos afirmar que es esta cúpula la que está detrás de la ecología. Y si
vemos que la compra de territorios en Chile y Argentina está siendo efectuada por estos mismos
grupos ecológicos, es cosa de saber sumar dos y dos.
Aun así, la real dimensión de esta situación la obtenemos analizando a Theodor Herzl, el fundador ideológico del Estado de Israel. En su libro "Der Judenstadt", de 1897, Herzl evalúa dos opciones para la ubicación geográfica del Estado de Israel: Palestina y la Patagonia. Asimismo, afirma que en cincuenta años habrá un estado judío en Palestina, pero lo que realmente importa es que en cien años habrá un estado judio en el cono sur de Sudam érica, pues por la escacés de habitantes y la riqueza de recursos sería "la Tierra Prometida". Nair Judá.
Sí, debo decirlo: no son las etnias, ni las colectividades, ni las naciones, ni siquiera las ideologías ni las creencias las responsables de este monstruoso plan de dominación mundial. Son los individuos.
Ciertos individuos, aquellos que sólo reconocen como ciudadanía común la de la Bolsa, como lengua común la del dinero, como moral y principios comunes los del poder a toda costa. Individuos que a conveniencia adoran o execran su propia Historia, las luchas de sus antepasados. Que cambian de banderas como de ropa interior. Individuos que tratan de confundirnos estimulando entre nosotros —todo el orbe— odios y rencores de estos contra aquellos, de "ismos" contra otros "ismos". Individuos que no dudan en llevar la carnicería a sus propios compatriotas — por lo menos, a quienes lo son en teoría— que no trepidan en valerse de instituciones preexistentes, sociedades iniciáticas, organizaciones no gubernamentales, partidos políticos, estructuras todas que inficionan para, aprovechándose de la buena voluntad de muchos que en ellas militan, propender a sus propios fines.
Anoten, simplemente anoten. Al dí a de hoy, más de 34.000.000 de hectáreas de las regiones más ricas de Argentina — sí , leyeron correctamente la cifra— han sido vendidas o están en trance de hacerlo a multinacionales. El país destruido, el país donde nada queda por hacer, el paí s condenado a la ignominia por no "honrar sus compromisos internacionales" (según un FMI que exige que las deudas sean pagadas a costa de las reservas y la coparticipación federal, esto es, el dinero que el gobierno central debe enviar a las provincias para tender planes de ayuda social, salud y educación), en fin, el país en el cual no vale la pena invertir según pontifican en Wall Street es comprado con voracidad de buitres por una camada de "elegidos".
Deberíamos hablar de los experimentos semi clandestinos, semi oficiales, que a mediados de los años '90 se realizaron en campos cercanos a la ciudad de Azul, en la provincia de Buenos Aires, por elementos nunca claramente identificados de empresas farmacéuticas norteamericanas con el ganado vacuno de esa región, en un escandaloso programa experimental de vacunación que, según se supo después, sólo enmascaraba la prueba de medicamentos prohibidos por sus autoridades en el gran país del norte. Podríamos extendernos sobre las operaciones militares del 2001 en la provincia norteña de Salta juntamente con las llevadas a cabo por unos 80 "marines" en nuestra provincia de Entre Ríos, sobre la cual hubo una demanda de explicaciones de la honorable Cámara de Diputados de la Nación a las autoridades militares al trascender al público su presencia, ya que estaban operando sin informar siquiera a los gobiernos provinciales. (Acotación graciosa: preguntada una alta fuente de Gendarmería Nacional por qué ese grupo de marines elegiría precisamente esa zona de islotes boscosos, aquella respondió que "por las especiales características del lugar, que la hacían ideal para el entrenamiento de los norteamericanos"... ¡como si los "marines" no contaran en todo el mundo con miles de lugares de similar tenor para entrenar, y además y extrañamente, a escondidas de las autoridades civiles). Podríamos relatar que durante todos los '90 la misma zona donde en el 2002 entrenaron los "marines" fue constelada por decenas de testimonios de visiones de "helicópteros negros". Podríamos preguntarnos si fue pura casualidad que las maniobras conjuntas en el Norte argentino estaban programadas desde el 25 de agosto al 11 de setiembre de 2001. Podríamos extendernos sobre ciertas extrañezas — si cabe la expresión— que hemos estado observando al estudiar panorámicamente la "oleada" de mutilaciones de ganado en Argentina. Podríamos hablar de que a fines de este año — con una continuidad insólita— han de repetirse las "operaciones conjuntas", pero Estados Unidos (recuerden: "o están con nosotros, o están contra nosotros") ya advirtió que esta vez quiere para sus efectivos de todo rango el status jurídico de la "inmunidad diplomática". Es decir, que en otros términos, si alg ún "marine" en su próxima visita viola a la
hermana del lector, no puede ser juzgado por la Justicia civil y Penal de este país, lo que es tanto como darle "licencia para matar" a cualquier uniformado por el mero hecho de tener pasaporte estadounidense, una monstruosidad jurídica imposible de concebir en cualquier nación que respete su autodeterminación y su dignidad... Pero para qué seguir.

La programación colectiva

Desde que se desenmascarara la realidad de proyectos como el MK Ultra de los militares norteamericanos (y Dios sabe cuántos otros "proyectos negros" de Control Mental de la población aún permanecerán bajo siete llaves) hay que ser realmente muy ingenuo para no pensar que el eterno deseo de los gobiernos de todos los tiempos de monitorear los pensamientos, deseos y creencias y, de ser posible, digitarlos, en orden a sus propios pueblos, ha encontrado en estas épocas el perfil más cercano a hacerse realidad. Pero tal vez ese logro no responda a cienciaficcionescos equipos ultrasofisticados en manos de alucinados científicos, sino simplemente manipulando uno de los grandes fenómenos del siglo XX, un ícono del entretenimiento popular: la televisión.
No resisto la tentación de reproducir aquí un largo pero sustancioso artículo que pertenece a Carlos Bravo Regidor , la crítica literaria de una obra de Giovanni Sartori; "Homo videns. La sociedad teledirigida" (publicado en Madrid por Editorial Taurus bajo traducción de Ana Díaz Soler, 1998):
Dice Ortega, en La rebelión de las masas, que "lo característico del momento es que el alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de la vulgaridad y lo impone dondequiera". Dicha aseveración, escrita a finales de la década de los veinte, se ratificaba a mediados del siglo, cuando aparecía el aparato creador y recreador, por excelencia, de las masas: la televisión.
A partir de ese hecho, Giovanni Sartori advierte: un mundo concentrado sólo en el hecho de ver es un mundo estúpido. El homo sapiens, un ser caracterizado por la reflexión, por su capacidad para generar abstracciones, se está convirtiendo en un homo videns, una criatura que mira pero que no piensa, que ve pero que no entiende.
El proceso comienza desde la infancia. La televisión es la primera escuela del niño, en donde se educa con base en imágenes que le enseñan que lo que ve es lo único que cuenta. Así, la función simbólica de la palabra queda relegada frente a la representación visual. El niño aprende de la televisión antes que de los libros: se forma viendo y ya no lee. Dicha formación va atrofiando su capacidad para comprender, pues su mente crece ajena al concepto — que se forma y desarrolla mediante la cultura escrita y el lenguaje verbal— . De esta manera, "Los estímulos ante los cuales responde cuando es adulto son casi exclusivamente audiovisuales".
Dejando a un lado la función de entretenimiento que la televisión tiene, Sartori se concentra en su labor formativa. No es el homo ludens el que le interesa, sino el homo videns. Si el niño crece junto al televisor, su concepción del mundo se vuelve una caricatura; conoce la realidad por medio de sus imágenes y la reduce a éstas. Su capacidad de administrar los acontecimientos que lo rodean está condicionada a lo visible: su capacidad de abstracción (de trascender, por decirlo de algún modo, lo que le dicta el ojo) es sumamente pobre, "no sólo en cuanto a palabras, sino sobre todo en cuanto a la riqueza de significado". La imagen no tiene contenido cognoscitivo, es prácticamente ininteligible. El acto de ver anula, en este caso, el de pensar. El concepto queda sumergido entre colores, formas, secuencias y ruidos de fondo. En tanto que la asimilación de una palabra requiere del conocimiento de un lenguaje y de una lengua, la imagen, por su parte, se procesa automáticamente: se ve, y con eso es suficiente.
En el mundo del homo videns no hay más autoridad que la de la pantalla: el individuo sólo cree en lo que ve (o en lo que cree ver). Sin embargo, la imagen también miente; puede falsear los hechos con la misma facilidad que cualquier otro medio de comunicación, con la diferencia de que, "la fuerza de la veracidad inherente a la imagen hace la mentira más eficaz y, por tanto, más peligrosa". Además, la propia naturaleza del espacio televisivo tiende, irremediablemente, a descontextualizar las imágenes que transmite, pues mientras se ocupa de las últimas noticias y de las imágenes más escandalosas, margina otros aspectos que aunque pueden ser más importantes que los que se ven, no son, plásticamente, tan atractivos. Lo inquietante es, pues, que el poder de la evidencia visible es contundente, ésta siempre dice lo que tiene que decir: su veredicto es irrefutable.
Asimismo, el hecho de que la televisión lo convierta todo en espectáculo, atropella la posibilidad del diálogo: la pantalla, simplemente, no tiene interlocutores. La imagen no discute, decreta; es, al mismo tiempo, juicio y sentencia. Lo cual es aún más grave si se piensa que la televisión tiene, por lo mismo, cierta preferencia por el ataque y la agresividad, pues pueden ser, en sí, visuales; en tanto que la defensa o la inteligencia requieren, por su parte, de un discurso que para el ojo desnudo es aburrido e indescifrable. Quien es acusado por los medios, es, en la mente del público, culpable inmediatamente.
Las elecciones se vuelven, por su parte, una competencia en donde son los hombres, y no los programas de gobierno ni el respaldo partidista, los que se graban en la mente del elector. "La televisión nos propone personas en lugar de discursos [...] El video-líder más que transmitir mensajes es el mensaje." La política, por televisión, requiere de personajes, se fundamenta en la exhibición de rostros. No obstante, ello varía según el sistema político en cuestión: si el voto es por lista o por candidato, si es en distritos uninominales o plurinominales, si los partidos son débiles o están institucionalizados, si se trata de un sistema presidencial o parlamentario. La tendencia, sin embargo, persiste en mayor o menor grado: la imagen televisiva personaliza la política.
Cuando Ortega sentenciaba "el hombre-masa no atiende a razones", su juicio era exacto. Ahora, la televisión acentúa ese fenómeno en el homo videns: promueve la emotividad y la excitación, muestra imágenes que conmocionan y encienden pasiones en el televidente, sin que éste tenga que comprender lo que mira; sus pasiones lo determinan sin sesgos racionales.
En la era global, la televisión fortalece el localismo, aldeaniza. "El mundo visto en imágenes es necesariamente un mundo de primeros planos: algunas caras, un grupo, una calle, una casa. Por tanto, la unidad foto-aprehensible es, al máximo, la aldea, el conglomerado humano mínimo." La realidad se percibe por medio de estampas, de tomas y cortes que, en definitiva, reducen la complejidad de los hechos y del planeta para hacerlo video-interesante. De tal suerte, la televisión se convierte en un agente perverso de la globalización. Mientras que por un lado homogeneiza mediante la explotación de la sensibilidad del público (¿o debería decir sensiblería?); por el otro, fragmenta, mostrando recortes del mundo que impiden una comprensión integral de éste. Muestra imágenes de aldeas dispersas y distintas, pero que provocan lomismo.
Sobre la posibilidad del gobierno del pueblo en la época del homo videns, Sartori cita a Ghita lonescu: "El hecho de que la información y la educación política estén en manos de la televisión [...] representa serios problemas para la democracia. En lugar de disfrutar de una democracia directa, el demos está dirigido por los medios de comunicación". Éstos no son el espejo de la opinión pública, sino la pantalla que recoge el eco que viene de regreso. De acuerdo con Sartori, no reflejan los cambios que ocurren, sino las transformaciones que, a la larga, promueven. La abundancia de información no garantiza la comprensión de los fenómenos: "se puede estar informadísimo de muchas cuestiones, y a pesar de ello no comprenderlas". La televisión produce un demos cuyo criterio somete a sí misma. No es una multitud que cree opinión, es un público que la demanda. Y así, se genera un grave problema de autoconsistencia: la referencia del público es la opinión que los medíos transmiten, de manera que el productor produce a sus consumidores y éstos, a su vez, se vuelven adictos al producto. Un homo videns que ha perdido la capacidad de disentir se vuelve,
entonces, un elector teledirigido. "En estas condiciones, el que apela y promueve un demos que se autogobierne es un estafador sin escrúpulos, o un simple irresponsable, un increíble inconsciente."
La difusión de encuestas que pretenden retratar a ese desconocido llamado opinión pública, degenera en un gobierno de los sondeos. Sin embargo, éstos no constituyen, de manera alguna, un instrumento del poder de los ciudadanos; por el contrario, son "una expresión del poder de los medios de comunicación sobre el pueblo». La consistencia de las opiniones expresadas estadísticamente es nula: su argumentación es pobre, su profundidad inexistente. Es tal el margen que existe para provocar una respuesta, manipulando la pregunta, que la opinión que se recoge no es, necesariamente, la del encuestado, sino, por lo general, la que el encuestador persigue. Y en ese caso quien gobierna no es el pueblo, sino los medios.
Finalmente, y frente a un escenario tan poco alentador, ¿cuál es la salida? Sartori, bien a bien, no lo sabe. Señala, sin embargo, las respuestas equivocadas. En primer lugar, argumenta que la competencia no es una solución, pues lejos de incrementar la calidad de los medios, la disminuye para cautivar a un público acostumbrado a la basura mediática. Rivalizando en conformismo, la competencia entre los medios no acarrea sino un deterioro de su contenido: el sensacionalismo se vuelve más pagadero porque llama más la atención, es más emotivo y no requiere de reflexión profunda. Por si fuera poco, la libertad de expresión presenta un obstáculo que complica sobremanera la cuestión: intentar alterar las transmisiones televisivas podría interpretarse (no sin cierta razón) como una forma de censura. Lo único que queda, pues, es defender al libro: la culturaescrita contra la revolución visual.
Se podría escribir durante horas sobre la farandulizaci ón de la televisi ón. Sobre los "modelos" propuestos. Pero se me ocurre un pensamiento lateral. Habrí a que preguntarse si cuando desde la TV y otros medios se nos estan vendiendo como "modelos", por ejemplo, a adolescentes embarazadas, contestatarias, frívolas, rebeldes, ello, a diferencia de lo que ciertos grupos moralistas pretenden reivindicar, tiene el peligro, no de atentar "contra la familia" sino, peor aún, contra el crecimiento intelectual y emocional parejo de la criatura para que le obligue, por ejemplo, a abandonar estudios y así generar una masa de mediocres sin poder ni herramientas intelectuales.
La idea básicamente es: si bien la abuela del barrio ve mal que la adolescente tenga un hijo, esto no es intrínsecamente malo pero sí es complicado, pues cierra los caminos de crecimiento de esa chica. Pero desde la TV se le presenta como ejemplo de "modernidad". ¿Se piensa sólo en el rating por identificación o se trata de imponer un modelo de conducta?. Si es esto último, ¿por qué?.
Es posible desde la óptica que estamos planteando, que la "intelligentzia" cultural, el academicismo "adecuado", este modelo de sociedad neoliberal y pseudoprogresista que se nos vende a diario sean parte de esa programación histórica y mundial. ¿Qui én sabe?. Como dije, quizás hasta los "escépticos profesionales" que invierten su tiempo y hasta dinero de sus bolsillos en atacar la "contracultura New Age" sean parte de esa manipulación, idiotas útiles — o algunos a sueldo— para diseñar lo que es correcto aceptar si uno es un ilustrado cosmopolita a tono con la época, o, por el contrario, prefiere ser excecrado a la cloaca de las creencias populares más o menos aceptadas en tanto o en cuanto no cuestionen el "establishment". Porque eso es en lo que tenemos que detenernos. Los mismos escépticos recalcitrantes que nos atacan no lo hacen con los obispos católicos, los ministros protestantes, los rabinos judíos ni los imanes musulmanes no porque sus teologías sean más "aceptables" desde el punto de vista de ese racionalismo, sino, simplemente, porque nosotros cuestionamos el establishment, el paradigma, y ellos no. Tan sencillo como eso.


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