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martes, 21 de mayo de 2013

LA MATRIX 6


                     


                          LA MATRIX  6


Los jefes de las cabezas de mil que están encargados de toda la creación y de todas
las estrellas tienen qué hacer con los cuatro días intercalados, siendo inseparables de su
obra de acuerdo con el cómputo del año, tienen que prestar servicio durante cuatro días
que no son contabilizados.
Porque los signos, los tiempos, los años y los días me los mostró Uriel, el Vigilante a quien el Señor de gloria ha encargado de todas las luminarias del cielo y en el mundo, para que reinen sobre la faz del cielo, sean vistas desde la tierra y sean las guías del día
y de la noche, así el sol la luna, las estrellas y todas las criaturas auxiliares que recorren sus órbitas en los carros del cielo.
Y Uriel me enseñó otro cálculo, habiéndome mostrado cuando la luz es transferida a la luna y sobre cual lado se la transfiere el sol.
                                                Citas del  Libro de Enoch



Cada cultura tiene un mito sobre el mundo antes de la creación y sobre su creación, a
menudo mediante la unión sexual de los Dioses o la incubación de un «huevo cósmico». En
general, se supone que el universo sigue el precedente humano o animal; de aquí vienen como
ejemplos algunos extractos de tales mitos :
«...Al principio de todo, las cosas estaban descansando en una noche perpetua; la noche lo oprimía
todo como una maleza impenetrable..
                      El Mito del «Gran Padre» del pueblo aborigen Aranda de Australia central

«...Todo estaba en suspenso, todo en calma, todo silencioso; todo inmóvil y tranquilo; y los
espacios del cielo estaban vacíos..»
                      El Popol Vuh de los Maya Quiché

«...-Na Arean- estaba sentado solo en el espacio como una nube que flota en la nada. No dormía
porque no había el sueño; no tenía hambre porque todavía no había hambre. Estuvo así durante mucho
tiempo, hasta que se le ocurrió una idea. Se dijo a sí mismo: «-Voy a hacer una cosa...-»
                      Mito de Maia, islas Gilbert de Micronesia

«.. Al orígen de los tiempos, había Noun, el caos origina l inerte; de este caos salíò por potencia
propia el sol Ra-Atoum. Atoum masturbándose, escupió Chou-Tefnout. Chou-Tefnout produjó Geb (la
tierra) y Nout (el cielo), quienes a su turno, dieron nacimiento a los grandes «Neters» de la naturaleza:
Osiris, Isis, Seth y Nephtys»
                      Leyendas egipcias, XII Dinastia

“...Antes de que el cielo y la tierra hubiesen tomado forma, todo era vago y amorfo. Lo que era
claro y ligero se desplazó hacia arriba para convertirse en el cielo, mientras que lo pesado y turbio se
solidificó para convertirse en tierra. Fue muy fácil que el material puro y fino se reuniera, pero muy
difícil que el material pesado y turbio se solidificara; por eso el cielo quedó completado primero y la
tierra tomó su forma después. Cuando el cielo y la tierra se unieron en vacuidad y todo era una
simplicidad tranquila, las cosas llegaron al ser sin ser creadas; esta fue la Gran Unidad. Todas las
cosas salieron de esta unidad, pero todas se hicieron diferentes...» Huainan Zi, China, Siglo I A. de. C
Esta última citación china se une a nuestro concepto Judeocristiano puesto que tiene
mucha similitud con el relato bíblico:
            «... En el principio, creó Dios el cielo y la tierra; dijo pues Dios: “... sea hecha la luz...” y dividió
la luz de la tinieblas; a la luz la llamó día y a las tinieblas noche; resultó el primer día ... El segundo día,
hizo Dios el firmamento y separó las aguas; y al firmamento llamóle Dios cielo ... El tercer día, Dios
produjo la hierba verde y árboles que dan fruto, reúnanse las aguas que están debajo del cielo y
aparezca lo árido y lo seco ... El cuarto día, Dios hizo lumbreras o cuerpos luminosos en el firmamento
del cielo, que distinga el día de la noche y señalen los tiempos o las estaciones, hizo los días y los años e
las estrellas ... El quinto día produjo en las aguas reptiles y animales que vivan en el agua y aves que
vuelen sobre la tierra debajo del firmamento del cielo... El sexto día, creó los animales vivientes en cada
género y por fin dijo: hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra ... El séptimo día, reposó y
bendijo el día séptimo, por cuanto Dios había cesado todas sus obras que creó hasta dejarlas bien
acabadas.
              Libro del Génesis, capítulo I, vers del I al 28, capitulo II, vers 1-3


EL ADVENIMIENTO de un Hijo Lanonandek a un mundo ordinario significa que la voluntad, la capacidad de optar por el camino de la supervivencia eterna, se ha desarrollado en la mente del hombre primitivo. Pero el Príncipe Planetario llegó a Urantia casi medio millón de años después de la aparición de la voluntad humana.
Caligastia, el Príncipe Planetario, arribó a Urantia hace alrededor de quinientos mil años, lo cual coincidió con la aparición de las seis razas de color, es decir, de las razas sangik. Había casi quinientos millones de seres humanos primitivos en la tierra al llegar el Príncipe, y estaban bien dispersos por Europa, Asia y África. Se estableció la sede central del Príncipe en Mesopotamia, aproximadamente en el centro de la población
mundial.

Caligastia era un Hijo Lanonandek, el número 9.344 de la orden secundaria. Tenía gran experiencia en la
administración general de los asuntos del universo local y, poste riormente, en la administración específica del sistema local de Satania en particular.
Antes del reinado de Lucifer en Satania, a Caligastia se le había adscrito al consejo de los asesores de los
Portadores de Vida en Jerusem. Lucifer ascendió a Caligastia a un puesto en su séquito personal, y éste
desempeñó satisfactoriamente cinco misiones sucesivas de honor y confianza.
Muy temprano solicitó Caligastia un nombramiento para un cargo de Príncipe Planetario; pero, reiteradamente, cada vez que su petición se sometía a consideración en los consejos de la constelación, no lograba recibir la anuencia de los Padres de la Constelación. Caligastia parecía particularmente deseoso de ser enviado a un planeta decimal o mundo de modificación de la vida en calidad de gobernante planetario. Su petición se había denegado varias veces antes de que, finalmente, se le asignara a Urantia.



Con admirables antecedentes de lealtad y dedicación al bienestar del universo de su origen y residencia
temporal, y a pesar de cierta inquietud característica, junto con cierta tendencia a discrepar del orden
establecido en ciertos asuntos menores, Caligastia salió de Jerusem, encomendado con el dominio de un
mundo.
Yo estaba en Jerusem cuando el brillante Caligastia partió de la capital del sistema. Ningún príncipe de los
planetas se había embarcado jamás en una carrera de autoridad mundial con experiencias preparatorias más
ricas ni con perspectivas mejores que las de Caligastia en aquel memorable día hace medio millón de años. Lo cierto es que, al ejecutar el cometido que se me había asignado, el de difundir la narración de aquel
acontecimiento en las transmisiones del universo local, jamás se me pasó por la mente ni la menor idea de que este noble Lanonandek, dentro de tan poco tiempo, traicionaría su encomienda sagrada de custodia planetaria y, de forma tan repugnante, mancharía el nombre honrado de su orden exaltada de filiación de un universo. Yo, en verdad, consideraba que Urantia figuraba entre los cinco o seis planetas más bienhadados de toda Satania, ya que había de asumir el mando de los asuntos mundiales una mente tan original, brillante y experta. No comprendí por aquel entonces que Caligastia se estaba enamorando insidiosamente de sí mismo; en ese momento, no entendía yo tan a fondo las sutilezas del orgullo de la personalidad.

No se envió el Príncipe Planetario de Urantia solo a su misión, sino que fue acompañado por el cuerpo
acostumbrado de asistentes y auxiliares administrativos.
Encabezó este grupo Daligastia, el asistente asociado del Príncipe Planetario. Daligastia también era un Hijo secundario Lanonandek, el número 319.407 de dicha orden. Tenía rango de asistente en el momento de ser asignado al puesto de asociado de Caligastia.
El séquito comprendía gran cantidad de ángeles cooperadores y una multitud de otros entes celestiales que se asignaron a fin de llevar adelante los intereses y promover el bienestar de las razas humanas. Pero desde vuestro punto de vista, el grupo más interesante de todo el séquito del Príncipe era el de los miembros corpóreos —a los cuales, a veces, se les refiere como los cien de Caligastia.
Caligastia escogió a estos cien miembros rematerializados para su organización entre más de 785.000
ciudadanos ascendentes de Jerusem que se ofrecieron para embarcarse en la aventura de Urantia. Cada uno
de los cien elegidos provenía de un planeta diferente, y ninguno de ellos era de Urantia.
Se trajeron estos voluntarios jerusemitas directamente de la capital del sistema hasta Urantia por transporte
seráfico; y, a su llegada, se mantuvieron enserafinados hasta tanto se les pudiera dar la forma de personalidad de naturaleza dual del servicio planetario especial. Eran verdaderos cuerpos de carne y hueso que, a la vez, estaban sintonizados con los circuitos vitales del sistema.

Antes de la llegada de estos cien ciudadanos de Jerusem, los dos Portadores de Vida supervisores que
residían en Urantia, tras haber perfeccionado sus planes, solicitaron permiso a Jerusem y Edentia para
trasplantar el plasma vital de cien supervivientes seleccionados de la descendencia de Andón y Fonta a los
cuerpos materiales destinados para los miembros corpóreos del Príncipe. Se otorgó el permiso en Jerusem y
se aprobó en Edentia.
Por consiguiente, los Portadores de Vida seleccionaron a cincuenta varones y cincuenta hembras de la
posteridad de Andón y Fonta, que representaban la supervivencia de las mejores variedades de aquella raza
única. Con una o dos excepciones, estos andonitas que tanto contribuyeron al progreso de la raza no se
conocían entre sí. Provenían de lugares separados por grandes distancias. Mediante la dirección coordinada
de los Ajustadores del Pensamiento y la conducción seráfica se juntaron en el umbral de la sede central del
Príncipe. Aquí los cien sujetos humanos se pusieron al cargo de la comisión de voluntarios sumamente
capaces de Avalón que dirigió la extracción material de una porción del plasma vital de estos descendientes
andónicos. Este material viviente, a su vez, se transfirió a los cuerpos materiales hechos para uso de los cien
miembros jerusemitas del séquito del Príncipe. Entretanto, estos ciudadanos recién llegados de la capital del
sistema se mantuvieron en el sueño del transporte seráfico.
Estos sucesos, juntamente con la creación concreta de los cuerpos especiales para los cien de Caligastia,
dieron origen a numerosas leyendas, gran parte de las cuales se confundieron más tarde con las tradiciones
posteriores acerca de la instalación planetaria de Adán y Eva.

Toda la ejecución de la repersonalización duró precisamente diez días, desde que llegaron de Jerusem los transportes seráficos que portaban a los cien voluntarios, hasta que recuperaron éstos el conocimiento, ya convertidos en seres triples del reino.Se ubicó la sede central del Príncipe Planetario en la región del Golfo Pérsico de aquellos días, en la zona que correspondió a la Mesopotamia futura.
El clima y el paisaje en la Mesopotamia de aquellos tiempos eran, en todos los aspectos, favorables para las iniciativas del séquito del Príncipe y sus asistentes, muy diferentes de las condiciones que algunas veces han predominado desde entonces. Era necesario disponer de un clima favorable como parte del medio ambiente natural concebido para inducir a los primitivos de Urantia a realizar ciertos adelantos en la cultura y la civilización. La única gran tarea de aquellas edades fue la de transformar al hombre de cazador en pastor, con la esperanza de que, con el tiempo, evolucionara a agricultor pacífico y hogareño.

El núcleo del asentamiento del Príncipe era una ciudad muy sencilla, pero muy bella, cercada por una muralla de doce metros de alto. Este centro mundial de la cultura se llamó Dalamatia en honor a Daligastia.
La ciudad se trazó en diez subdivisiones, con las sedes centrales de los diez consejos del séquito corpóreo
situadas en el centro de cada una de estas subdivisiones. En el centro de la ciudad estaba el templo del Padre invisible. La sede central administrativa del Príncipe y sus asociados estaba dispuesta en doce cámaras agrupadas contiguamente en torno al templo mismo.

Cerca de la sede central del Príncipe moraban seres humanos de todos los colores y estratos. Los primeros
estudiantes de las escuelas del Príncipe se reclutaron de esas tribus cercanas. Aunque estas primeras
escuelas de Dalamatia eran toscas, brindaron todo cuanto se podía a beneficio de los hombres y mujeres de
aquella edad primitiva.
El personal corpóreo del Príncipe, incesantemente reunía a los elementos superiores de las tribus circundantes y, tras haber adiestrado e inspirado a estos estudiantes, los enviaba de regreso en calidad de maestros y dirigentes de sus pueblos respectivos.

La llegada del séquito del Príncipe produjo profunda impresión. Bien que se requirieron casi mil años para
difundirse las nuevas al extranjero, las enseñanzas y la conducta de los cien nuevos residentes influyeron
sobremanera en las tribus próximas a la sede central mesopotámica. Y gran parte de vuestra mitología
subsiguiente nació de las leyendas tergiversadas sobre estos días pasados en que estos miembros del séquito
del Príncipe se repersonalizaron en Urantia como superhombres.
La tendencia de los mortales a considerarlos como dioses obstaculiza gravemente la buena influencia de tales
maestros extraplanetarios; pero, aparte de la técnica de su aparición en la tierra, los cien de Caligastia —
cincuenta hombres y cincuenta mujeres— no recurrieron a métodos sobrenaturales ni a manipulaciones
sobrehumanas.
El grupo corpóreo, no obstante, era sobrehumano. Comenzaron ellos su misión en Urantia como
extraordinarios seres de naturaleza triple:

1. Eran corpóreos y relativamente humanos, pues encarnaban el mismo plasma vital de una de las razas
humanas, el plasma vital andónico de Urantia.
Estos cien miembros del séquito del Príncipe se dividieron por partes iguales, según el sexo y de acuerdo con su estado mortal previo. Cada persona que integraba este grupo era capaz de llegar a ser co-progenitor de algún orden nuevo de ser físico, pero se les había exhortado a no recurrir a la procreación, salvo en ciertas circunstancias. El séquito corpóreo del Príncipe Planetario suele procrear sus sucesores en algún momento anterior al retiro del servicio planetario especial. Lo normal es que dicho acto acontezca a la llegada del Adán y Eva Planetarios o poco tiempo después de eso.
Estos seres extraordinarios, por ende, casi no tenían idea de qué tipo de criatura material se produciría como
resultado de su unión sexual. Y, de hecho, nunca lo supieron; pues, antes de llegar al momento de dicho paso en la prosecución de su labor mundial, se trastornó el régimen entero debido a la rebelión, y los que más adelante desempeñaron el papel de progenitores quedaron separados de las corrientes vitales del sistema.
En cuanto al color de la piel y el lenguaje, estos miembros materializados del séquito de Caligastia siguieron la raza andónica. Tomaban alimentos tal como lo hacían los mortales del reino con la siguiente diferencia: los cuerpos recreados de este grupo quedaban del todo satisfechos con un régimen alimenticio sin carne. Esta figuraba entre las consideraciones que determinaron su residencia en una región cálida en la cual abundaban las frutas y nueces. La práctica de subsistir a régimen no carnívoro data de los tiempos de los cien de Caligastia; pues esta costumbre se propagó por todas partes, afectando los hábitos alimenticios de muchas 440 tribus circundantes, los grupos descendientes de las razas evolutivas que, en otro tiempo, habían sido exclusivamente carnívoras.

2. Los cien eran seres materiales pero sobrehumanos, tras haberse reconstituido en Urantia a manera de hombres y mujeres singulares que pertenecían a un orden superior y extraordinario.
A pesar de que este grupo tenía ciudadanía provisional en Jerusem, hasta este momento, aún no se habían
fusionado con sus Ajustadores del Pensamiento; y cuando se ofrecieron de voluntarios y se aceptaron para el servicio planetario de acuerdo con las órdenes descendentes de la filiación, sus Ajustadores se separaron de ellos. Estos jerusemitas, sin embargo, eran seres sobrehumanos —tenían almas de crecimiento ascendente.
Durante la vida mortal en la carne, el alma es de estado embrionario; nace (resucita) en la vida morontial y
experimenta el desarrollo a través de los mundos morontiales sucesivos. Y las almas de los cien de Caligastia, de este modo, se expandieron mediante las experiencias progresivas de los siete mundos de estancia hasta el estado de ciudadanía en Jerusem.

Conforme a sus instrucciones, el séquito no practicó la reproducción sexual, aunque sí estudiaron con gran
esmero su constitución personal, y exploraron a fondo cada fase imaginable de unión del intelecto (la mente) y de la morontia (el alma). Durante el año treinta y tres de su estadía en Dalamatia, mucho antes de terminar de construirse la muralla, los números dos y siete del grupo danita descubrieron por azar un fenómeno que resulta de la unión del yo morontial de cada uno de ellos (el cual, presuntamente, es no sexual y no es material); esta aventura dio como resultado la primera de las criaturas intermedias primarias. Este ser nuevo era del todo visible para el séquito planetario y sus asociados celestiales y, sin embargo, no era visible a los hombres y mujeres de las distintas tribus humanas. Con autorización del Príncipe Planetario, todo el grupo corpóreo emprendió la producción de seres similares, y todos lo lograron, siguiendo las instrucciones de la  pareja precursora danita. Así, pues, el séquito del Príncipe, con el tiempo, engendró el cuerpo original de los 50.000 seres intermedios primarios.
Estas criaturas de tipo intermedio prestaban un gran servicio al llevar adelante los asuntos de la sede central
mundial. Eran invisibles a los seres humanos, pero a los residentes temporales primitivos en Dalamatia se les
enseñó sobre estos semiespíritus invisibles, y durante edades constituyeron la totalidad del mundo espiritual
para estos mortales en vías de evolución.

3. Los cien de Caligastia eran personalmente inmortales, o incapaces de morir. Por su forma material
circulaban los antídotos de las corrientes vitales del sistema; y de no haber perdido el contacto con los circuitos por causa de la rebelión, habrían seguido viviendo por tiempo indefinido, hasta que adviniera posteriormente el próximo Hijo de Dios, o hasta su futura liberación a fin de reanudar el trayecto interrumpido a Havona y al Paraíso.
Estos complementos antidotales de las corrientes vitales de Satania se derivaban del fruto del árbol de la vida, un arbusto de Edentia que los Altísimos de Norlatiadek enviaron a Urantia al llegar Caligastia. En la época de Dalamatia este árbol se cultivaba en el patio central del templo del Padre invisible, y el fruto del árbol de la vida permitió que los seres materiales y, en otros respectos mortales, del séquito del Príncipe, siguieran viviendo por tiempo indefinido, siempre y cuando tuvieran acceso a él.
Si bien a las razas evolucionarias no les servía de nada, este supersustento fue más que suficiente para
brindarles vida continua a los cien de Caligastia y también a los cien andonitas modificados que estaban
asociados con ellos.
Cabe por explicar que, al contribuir los cien andonitas su plasma de germen humano a los miembros del
séquito del Príncipe, los Portadores de Vida introdujeron en sus cuerpos mortales el complemento de los
circuitos del sistema; y así pudieron continuar viviendo junto con el séquito, siglo tras siglo, desafiando a la
muerte física.

Los cien se organizaron para el servicio en diez consejos autónomos, formando cada uno de diez miembros.
Cuando dos o más de dos de estos diez consejos se reunían en sesión conjunta, tales conferencias de enlace
eran presididas por Daligastia. Se constituyeron estos diez grupos como sigue:
1. El concilio de alimentación y bienestar material. Ang presidió este grupo. Este cuerpo capaz fomentó la
obtención de alimentos, agua, ropa y progreso material de la especie humana. Impartieron instrucción sobre la excavación de pozos, el control de las fuentes de agua y el riego.

El séquito del Príncipe convivía como padres y madres. Aunque no tenían hijos propios, los cincuenta hogares modelo de Dalamatia nunca albergaron menos de quinientos pequeños adoptados, seleccionados de las familias superiores de las razas andónicas y sangik; muchos de estos niños eran huérfanos. Gozaban del
privilegio de la disciplina y enseñanzas de estos superpadres; y luego, al cabo de tres años en las escuelas del Príncipe (a las que ingresaban entre los trece y los quince años de edad), eran candidatos para el matrimonio y para recibir su encargo de emisarios del Príncipe a las menesterosas tribus de sus razas respectivas.
Fad patrocinó el plan dalamatiano de enseñanza, que se llevó a cabo como escuela industrial, en la cual los
alumnos aprendían en la práctica, realizando tareas útiles diariamente. Este plan educativo no desatendía el
área del pensamiento y de los sentimientos para formar el carácter; pero dio la más alta prioridad al
adiestramiento manual. La instrucción era individual y colectiva. Tanto hombres como mujeres, por separado y en conjunto, impartían instrucción a los alumnos. La mitad de estos cursos de grupo se segregaban por sexo; la otra mitad era mixta. Se les enseñaba a los estudiantes destreza manual individualmente y se socializaban en grupos o clases colectivas. Se les enseñaba a que fraternizaran con grupos más jóvenes, grupos mayores y adultos, así como también a trabajar en equipo con los coetáneos. También se los familiarizaba con asociaciones tales como grupos familiares, equipos de juego y clases escolares.
Entre los estudiantes más recientes capacitados en Mesopotamia para trabajar con sus razas respectivas
figuraban los andonitas de las tierras altas de la India occidental juntamente con representantes del hombre
rojo y del hombre azul; aún más adelante, también se acogió un número limitado de la raza amarilla.
Hap presentó a las razas primitivas un código moral. Este código se conocía por el nombre de «el Camino del Padre» y consistía en los siete mandamientos que siguen:
1. No temas ni sirvas a otro Dios que no sea el Padre de todo.
2. No desobedezcas al Hijo del Padre, el gobernante mundial, ni faltes al respeto de sus asociados
       sobrehumanos.
3. No mientas cuando comparezcas ante los jueces del pueblo.
4. No mates a hombres, mujeres o niños.
5. No robes los bienes ni el ganado de tu prójimo.
6. No toques a la esposa de tu amigo.
7. No faltes al respeto a tus padres ni a los ancianos de la tribu.

1 Éste fue el código legal de Dalamatia durante casi trescientos mil años. Y gran parte de las piedras sobre las cuales se inscribió este código yacen actualmente bajo las aguas frente a las costas de Mesopotamia y Persia. Llegó a ser costumbre traer a la mente uno de estos mandamientos cada día de la semana, sirviéndose de él como saludo y como acción de gracias a la hora de las comidas.
2 En esta época se medía el tiempo según el mes lunar, que se consideraba de veintiocho días. Ésta fue, con
excepción del día y la noche, la única medida del tiempo que conocieron estos pueblos primitivos. Los
maestros de Dalamatia introdujeron la semana de siete días que surgió del hecho de que el número siete es la
cuarta parte de veintiocho. El significado del número siete en el superuniverso les brindó sin duda la
oportunidad de introducir elementos espirituales en la consideración ordinaria del tiempo. Pero el período
semanal no tiene origen natural.

El género humano no se destinó a la ardua faena de la agricultura como castigo de un supuesto pecado.
«Con el sudor de tu frente comerás el fruto de la tierra» no fue el castigo por la participación del hombre en las locuras de la rebelión de Lucifer bajo el caudillaje del traicionero Caligastia. La labranza de la tierra es
inherente al establecimiento de una civilización progresiva de los mundos evolutivos, y este precepto era el
meollo mismo de la enseñanza del Príncipe Planetario y de su séquito a través de los trescientos mil años que
mediaron entre su llegada a Urantia y aquellos días trágicos en los que Caligastia compartió la suerte del
rebelde Lucifer. La labranza de la tierra no es una maldición; más bien es la bendición más alta que se le pueda brindar a todos los que así pueden gozar de la más humana de todas las actividades humanas.
Al estallar la rebelión, Dalamatia tenía una población residente de casi seis mil habitantes.No obstante, del concepto poco o nada que podéis tener, el progreso prodigioso de aquellos tiempos lejanos; la terrible confusión y abyecta oscuridad espiritual que siguió a la catástrofe de engaño y sedición de Caligastia aniquiló casi todos los descubrimientos maravillosos de los humanos de aquellos días.
Creo que ya esta bien ,es un articulo un poco largo , en el siguiente viene lo bueno con todo eso de el castigo,la salida del Eden y demas cosas que cuentan las antiguas escrituras.


















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