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viernes, 26 de abril de 2013

POHNPEI EL SECRETO 5






POHNPEI  EL SECRETO 5


En anteriores articulos hablamos de la semejanza en las antiguas tradiciones de diferentes partes del planeta veamos en Ponhpei que cuentan ...
 Igualmente conviene repasar las manifestaciones de Nan Tsapue, al que por una parte los nativos tratan de «gran espíritu poderoso», y que al estar relacionado con un gran estruendo, lógicamente pasa a ocupar el puesto de la divinidad rectora de los truenos. Pero Nan Tsapue, que alterna sus quehaceres celestes con largas temporadas de permanencia en Pohnpei, es capaz de casarse con mozas que a su vez son ya hijas de padre celeste y de madre terrestre. Así lo refiere una narración familiar del clan de los Tip en uai: Tau Katau desciende del cielo y advierte que la terrestre Lientil —de singular origen a su vez— no está nada mal. Se casa, pues, con ella y se la lleva al cielo. De este cruce de razas resultan tres hijas: Liput, Lipotikilan y Lipaut. Ni corto ni perezoso, Nan Tsapue se casa con las tres, y aún le quedan ánimos para hacer lo propio con otra mujer del clan de los Tip en man. A partir de aquí, los viajes de uno y otras de la Tierra al cielo y viceversa son cosa habitual. Con el nacimiento de sus hijos Auntol en Langina y Nanit en Langina aparece en aguas circundantes a Pohnpei una curiosa vela: «Terminada la confección de la vela, la probaron. Se dirigieron con ella a Tip en meterane y continuaron hasta Imun take mau. No disponían de canoa en la cual viajar, sino que precisaban únicamente la vela, que se mantenía erguida sobre el agua del arrecife». (...) «Al hacer su aparición, todo el mundo se extrañó al ver una vela que se alzaba erguida sobre el mar y no portaba canoa, una vela con la que regresaron a Na». De acuerdo con lo que pudo averiguarse,
Nan Tsapue es el personaje que da comienzo a la cadena sacerdotal de Salapwuk.
Cuenta el marino aventurero James O'Connell en la primera mitad del. siglo pasado y en su libro citado A residence of eleven years in New Holland and the Caroline Islands que, al contemplarse en su espejo de mano los nativos, creyeron en principio que la reproducción de sus caras en el mismo era debida a espíritus que se hallaban detrás del mismo. Cuenta también O'Connell que, al regreso de su primera visita a las ruinas de Nan Matol, y al preguntarle a su acompañante nativo — que no se había atrevido a penetrar con él en el recinto de la ciudad muerta— acerca de los constructores de la misma, obtuvo por toda respuesta: «Animan», o sea, que era la residencia de los espíritus, sus constructores, que seguían campando allí dentro. Por ello no entraba allí bajo ningún concepto. De todas formas, hay que puntualizar que el nativo que acompañaba a O'Connell no era precisamente un conocedor de la tradición de la isla, y que ignoraba por tanto la historia de Olosipe y Olosaupa. Pero vale el testimonio como exponente de la convicción de los nativos de que aquella ciudad silenciosa era el feudo de los espíritus, que castigan con la muerte la presencia de extraños en aquel lugar. Paul Hambruch comprobó el 16 de agosto de 1910 en su visita a las ruinas que en alguna de las islas artificiales había viviendas modernas: «Pero habían sido nuevamente abandonadas por sus constructores y ocupantes. Los espíritus, los ani, vagaban por allí y los habían desalojado». Por su parte, el ya mencionado misionero doctor Gulick abunda igualmente en el siglo pasado en la creencia popular en la existencia de seres espirituales que adoptan forma humana, cuando escribe: «La creencia en espíritus que pululan en el aire y que a menudo regresan a la Tierra en forma humana, los mantiene en un estado de miedo y temor». Las narraciones tradicionales de la isla están llenas de ejemplos en los que aparecen espíritus que adoptan forma humana, ya sea de mujeres, hombres o niños. Más allá de estas consideraciones, cabe señalar que cada individuo posee un espíritu protector personal, que suele ser un antepasado muerto.
Mas cuentos curiosos por que se repiten en diferentes partes del planeta :

«Así pues Saukampul se puso en marcha en una canoa de nombre Lususen iap, una canoa que es diferente que las demás canoas, ya que nadie la gobernaba, sino que se movía por sí sola». Y: «La figura de Lap en Palikir infundía miedo también, ya que no era humano, sino que tenía la forma de un ave extraordinariamente grande, y volaba». O: «Palikir fue en otra época un lugar de constitución distinta que los demás lugares de Pohnpei, ya que una serie de figuras mágicas aparecieron tras la muerte del Lap en Palikir de forma de ave». Pero lo más interesante de la larga narración viene ahora. Enfrentados los habitantes de Palikir con los de Matolenim, se produce una situación de combate. Cito literalmente la narración: «Y, en el fragor de la lucha, fueron muertos también muchos de los hombres de Palikir. Entonces elevaron oraciones rápidamente a un espíritu llamado Sanoro. Éste es el espíritu al que ofrecían sacrificios en la antigua Palikir; por ello se les ocurrió dirigirse a él para suplicar ayuda. Su oración halló eco en el espíritu. Puesto que cuando sucumbieron en la lucha, el espíritu hizo aparecer rápidamente a una mujer entre los combatientes de Palikir. La mujer era tremendamente grande. Extendió entonces su cabellera y cubrió con ella a la gente de Palikir. En cuanto los hombres de Matolenim vieron a la mujer que se había alzado entre los de Palikir, los
brazos les comenzaron a pesar, y contemplaron extasiados sin poderse mover a la mujer que se encontraba entre la gente de Palikir. Entonces los hombres de Palikir se abalanzaron rápidamente sobre los de Matolenim y los mataron a todos».

Sigo sin salir de mi asombro al hallar semejante recuerdo en un relato originario de esta diminuta isla del inmenso océano Pacífico. Esoterismos aparte, considero este pasaje por sí solo como una joya dentro de los testimonios que a lo largo de la historia de la humanidad apuntan hacia la posibilidad de que alguien está encauzando, sin preguntárnoslo, nuestro destino. Para el lector que no los conozca, y para que pueda hacerse una idea de sus coincidencias, aportaré aquí pasajes similares al recién mencionado, en tierras americanas y mediterráneas. Así, Pedro de Valdivia relata lo siguiente en carta
dirigida a Carlos I de España y V de Alemania, y refiriéndose a un ataque de los nativos contra su fuerte establecido en lo que hoy es tierra chilena, en el año 1541: «Y paresce nuestro Dios quererse servir de su perpetuación para que sea culto divino en ella honrado y salga el diablo de donde ha sido venerado tanto tiempo; pues según dicen los indios naturales, que el día que vinieron sobre este nuestro fuerte, al tiempo que los de a caballo arremetieron contra ellos, cayó en medio de sus escuadrones un hombre viejo en un caballo blanco e les dixo:

"Huid todos, que os matarán estos cristianos", y que fue tanto el espanto que cobraron, que dieron a huir. Dixeron más: que tres días antes, pasando el río de Biubiu para venir sobre nosotros, cayó una cometa entre ellos, un sábado a mediodía, y desde el fuerte donde estábamos la vieron muchos cristianos ir para allá con muy mayor resplandor que otras cometas salir, e que caída, salió della
una señora muy hermosa, vestida también de blanco, y que les dixo: "Serví a los cristianos, y no vais contra ellos, porque son muy valientes y os matarán a todos".» En tierras mucho más norteñas, también Bernal Díaz del Castillo, el cronista de Cortés, relata en el capítulo XCIV de su Historia verdadera de la conquista de la nueva España cómo la aparición de una enigmática figura decide la victoria a favor de los españoles (a quienes los indios llaman «teules»): «Y preguntó el Montezuma que, siendo ellos muchos millares de guerreros, que cómo no vencieron a tan pocos teules. Y respondieron que no aprovechaban nada sus varas y flechas y buen pelear; que no les pudieron hacer retraer, porque una gran tecleciguata de Castilla venía delante dellos, y que aquella señora ponía a los mexicanos temor, y decía palabras a sus teules que los esforzaba; y el Montezuma entonces creyó que aquella gran señora que era Santa María y la que habíamos dicho que era nuestra abogada».
Otro ejemplo lo aporta Pedro de Cieza de León en el capítulo CXIX de La crónica del Perú: «Cuando en el Cuzco generalmente se levantaron los indios contra los cristianos no había más de ciento y ochenta españoles de a pie y de caballo. Pues estando contra ellos Mangoinga, con más de doscientos mil indios de guerra, y durante un año entero, milagro es grande escapar de las manos de los indios; pues algunos dellos mismos afirman que venían algunas veces, cuando andaban peleando con los
españoles, que junto a ellos andaba una figura celestial que en ellos hacía gran daño». Si nos vamos al Mediterráneo, en las antípodas de Pohnpei, seguimos encontrándonos con el mismo fenómeno, esta vez representado por la popular figura de san Jorge, que pertenece al grupo de los santos caballeros y soldados que desde el cielo ayudaron a los cristianos creyentes en sus luchas, en especial cuando combatían a los infieles. Entre ellos hay que contar a san Miguel y a san Magín, que tanto protegieron los intereses deCarlomagno. Los guerreros catalanes, antes de emprender alguna lucha, se encomendaban a san Jorge al igual que los guerreros de Palikir se encomendaron a Sanoro, y obtuvieron gran protección —al igual que aquellos—, particularmente en ocasiones en que luchaban contra los musulmanes. Así, cuando los árabes hubieron conquistado la ciudad de Barcelona y ésta hubo quedado arrasada, el conde Borrell II se reorganiza en Manresa. Con muy exiguas fuerzas decide volver sobre Barcelona, para intentar su reconquista prácticamente imposible. Mas, al llegar, no tardaron en fijarse en un apuesto guerrero que galopaba entre las nubes y que esgrimía un rayo por arma, con el cual sembró la muerte y el terror entre los moros que caían a millares o huían a todo correr. Desaparecido el misterioso caballero, al que nadie conocía, los hombres de Borrell II y Cataluña entera lo tomaron por patrón, y su cruz pasó a formar parte del escudo de Barcelona y de muchas otras ciudades y pueblos.

Aporto más intervenciones de este caballero que defiende a cristianos contra moros ayudando a Jaime el Conquistador en la conquista de Mallorca, y a los alcoyanos en la defensa de su ciudad, amén de otros casos similares, en que determinada aparición celeste o sobrehumana aparece en defensa de determinado bando de la lucha, en distintos lugares y épocas. Aquí quiero finalizar este breve repertorio con un caso de la historia de Roma, por cuanto también aquí, al igual que en la narración pohnpeyana, la divinidad
implorada acude a la llamada en auxilio del solicitante. Él personaje invocado es aquí Castor,Efectivamente, en el año 498 a. de JC., el exiliado Tarquino se encaminó sobre Roma, con la intención de aplastarla con aliados de treinta y seis ciudades de la Liga latina conducidos por Octavio Manilio. La batalla se libró junto al lago Regilo, cerca de la actual Frascati. Cuando al cabo de algunas horas parecía decantarse cierta ventaja en favor de los etruscos, que consiguieron empujar a los romanos, Aulio Postumio, en su desesperación, prometió un templo a Castor si éste intervenía en la lucha. Repentinamente en una violenta carga contra el enemigo, se colocaron a la cabeza de la caballería dos extraños y apuestos jinetes de una estatura superior a la humana, que de inmediato se pusieron a dirigir la carga.
No voy a insistir aquí en otros casos similares. Pero aún quiero llamar la atención sobre un fenómeno
que se recuerda aquí en Pohnpei y que también se dio en otros lugares del planeta. Comienza la 
«Narración del espíritu protector del clan de los Li ar Katau» de esta guisa: 

«Ésta es la historia del espíritu protector del clan de los Li ar Katau, llamado Sau ani. Este espíritu moraba en Takaiu, para así poder ayudar al clan de los Li ar Katau, ya que en tal lugar de Uh vivían éstos. El espíritu los apoyaba decididamente. De noche aparecía en el lugar conocido por Niapei en forma de una antorcha, cuando estaba descontento. En tales ocasiones Sou matau en Takaiu tenía que levantarse de noche, salir y excavar el sakau; luego debía llevar el sakau al lugar en el que esperaba el espíritu. Éste quedaba complacido con ello». Aparte de que la figura de  la antorcha es equiparable a la columna de fuego y de luz citada en diversos pasajes bíblicos tanto apócrifos como canónicos, disponemos de otras referencias a la misma. En el capítulo 22, dedicado a la Astronomía, del Nuevo libro de los Tang, editado en China durante la dinastía de los citados Tang, leemos: «En el año
dos bajo el reinado del emperador Quianfu, dos estrellas, una roja y otra blanca, cuyo tamaño era como dos veces la cabeza, se dirigieron una junto a la otra hacia el sudeste; una vez posadas sobre el suelo, aumentaron lentamente de tamaño y lanzaron violentas luces. Al año siguiente, una estrella móvil brilló de día como una enorme antorcha. Tenía el tamaño de una cabeza. Habiendo venido del nordeste, sobrevoló dulcemente la región, para desaparecer luego en dirección noroeste». Vista esta antorcha volante en China, pasemos a ver otros ejemplos en los cielos de Europa. Y subrayo que únicamente estoy extractando —de entre la vasta fenomenología de columnas, vigas ígneas y demás apariciones similares que los historiadores nos han legado— algunas de las manifestaciones concretamente definidas por los respectivos testigos, al igual que en la narración pohnpeyana, como «antorchas». El historiador Julio Obsequens recoge este dato en su obra Prodigiorum Líber (Libro de los prodigios): «Siendo cónsules C. Mario y L. Valerio, fue visto en diferentes lugares en Tarquinia un objeto que semejaba una antorcha encendida que repentinamente cayó del cielo. Hacia el anochecer, un objeto volador circular, similar en su forma a un "clypeus" llameante, fue visto cruzando el cielo de oeste a este». En el siglo XVI, el humanista alemán Karl Wolffhart, más conocido por el nombre de Conradus Lycosthenes, editó el mencionado libro de Obsequens aportando nuevas descripciones de fenómenos similares acontecidos con posterioridad a la redacción del texto original. Y escribe, refiriéndose al año 919: «Un objeto como una antorcha encendida fue visto en el cielo, y bolas brillantes como estrellas se movían por el aire sobre Hungría». Plutarco, en Timoleón, refiere la aparición

de una antorcha protectora, al igual que lo fue la del clan pohnpeyano de los Li ar Katau. Corre el año 344 a. de JC., cuando Timoleón se dirige hacia Sicilia, requerido por las ciudades griegas en la isla para que expulsara a los cartagineses, que allí habían desembarcado: «Y por la noche, tras haber entrado en mar abierto y hallándose disfrutando de un viento favorable, los cielos parecieron estallar, abriéndose súbitamente sobre su nave, despidiendo seguidamente abundante y vivo fuego. De éste se alzó una antorcha a lo alto, como aquellas de que son portadores los místicos, y corriendo con ellos en su trayectoria los llevó precisamente a aquella parte de Italia a la cual habían puesto rumbo los pilotos». Timoleón obtuvo la victoria y gobernó Sicilia a partir de ella. Volvamos al libro de Julio Obsequens: «En Lanuvio fue vista en el cielo una brillante antorcha», escribe para el año 167 a. de JC. Y para el 137 a. de JC.: «En Prenesta fue vista una antorcha ardiendo en el cielo». Para el 127 a. de JC.: «En Fruosino fue vista en el cielo una antorcha encendida». Y para 106 a. de J.C.: «Fue oído un alboroto en el cielo y parecieron caer jabalinas de él. Hubo una lluvia de sangre. En Roma fue vista una antorcha». Plinio por su parte, en el libro II, XXXV, refiere otro caso importante, acaecido en el año 66 a. de JC.: «En el consulado de Cneo Octavio y Cayo Scribonio fue vista caer una chispa de estrella y aumentar de tamaño al aproximarse a la Tierra, y tras hacerse tan grande como la Luna difundió una tenue luminosidad, y luego, volviéndose hacia el cielo, se tornó como una antorcha; ésta es la única noticia de lo ocurrido. Fue visto por el procónsul Sila, y su séquito».

Plutarco aporta el testimonio de otra antorcha protectora, referida tanto en César, XI, como en
Pompeyo, LXVIII: «Durante la guardia de la mañana, una gran luz brilló sobre el campamento de César, el cual estaba completamente en calma, y de ella brotó una llameante antorcha que se precipitó sobre el campamento de Pompeyo. El propio César dijo haberla visto mientras inspeccionaba las guardias». Acto seguido, César derrotó a Pompeyo, netamente superior en fuerzas, en lo que sería la batalla decisiva de su
vida. Finalmente, en el opúsculo francés titulado Los signos espantosos han vuelto a aparecer en el aire sobre las ciudades de Lyon, Nimes,  Montpellier y otros lugares circundantes, ante el gran asombro del pueblo (París, Isaac Mesnier, copia impresa en Lyon, 1621), leemos: «Sobre la ciudad y villa de Montpellier, empezaron a aparecer cantidad de antorchas ardientes, de la luz de las cuales salían numerosas especies de lanzas de fuego que iban de un lado a otro: esto duró desde las nueve o diez de la noche hasta
las tres de la madrugada, en que apareció una estrella grande y luminosa con una larga cola, otras estrellas pequeñas, las cuales parecían hacer disipar una gruesa nube mezclada con diversos relámpagos que intentaban taparla e impedir su claridad, lo cual duró hasta el amanecer ante el asombro del pueblo». Esto aconteció el 12 de octubre.
Al hablar de los seres que, en un remoto pasado, descendían de las alturas celestiales hasta Pohnpei,
vimos ya algunos ejemplos de entidades sobrehumanas, como por ejemplo aquellos seres que se dedicaban a raptar canoas y llevárselas al cielo, o, en un plano más terrestre pero sin embargo dotados de la facultad de volar, los antropomorfos Lipeponuel. También, más recientemente, mencioné la narración que refiere la existencia en la antigüedad de una vela que surcaba las aguas sin necesidad de canoa. Volvamos ahora al mundillo de las canoas y de las velas en Pohnpei. Pues ofrece aspectos interesantes, que una y otra vez nos remiten a entidades sobrehumanas que por allí rondaban tiempo atrás. Para el pohnpeyano, la introducción de la vela en las artes náuticas de su isla se debe a la acción directa de dos mujeres descendidas del cielo, que llegaron a Pohnpei para tejer allí la primera vela conocida en la isla:
       «En tiempos remotos, Nan Tsapue se casó en el cielo con dos mujeres. Ambas comenzaron con          la confección de una vela. Colectaron muchas hojas de pandanáceas y con ellas colmaron toda una cabaña. Mas Nan Tsapue se disgustó con este almacenamiento, tomó las hojas y las arrojó fuera de la cabaña. Todas las hojas cayeron del cielo y fueron a parar a un lugar de Uh llamado Selatak. Las mujeres se enfadaron por ello y lloraron. Se fueron del cielo, eran tres hermanas. Al marchar, llegaron a Selatak y hallaron allí sus cosas. Una de ellas tomó sus cosas y se trasladó a Langar, mientras que las otras dos tomaron igualmente sus cosas y se fueron a Na. Las dos que marcharon a Na, terminaron la vela. Esto es lo que piensan acerca de las velas los pohnpeyanos, puesto que antes de que aparecieran las dos mujeres del cielo, no hubo velas en Pohnpei». A este respecto, cabe observar que también los nativos de las islas Marshall conservan la tradición de que el conocimento inicial de la utilidad de la vela les fue dado por una mujer descendida del cielo.
Repasando las antiguas narraciones pohnpeyanas, se topa uno de vez en cuando con alguna referencia a la primera canoa, aquella que iba en busca de la roca perdida en el mar. Ya aquí hallamos entidades femeninas sobrehumanas en el recuerdo ancestral nativo. Así, en la narración «La canoa de
Uaiso», leemos que, incapaces de izar la vela de la canoa, los tripulantes requirieron ayuda: «Llamaron a una mujer, la Li pue Kitak a lan [la mujer que eleva el cielo] que acudió e izó la vela. De dicha mujer partía un rayo luminoso, resplandeciente». Para épocas posteriores, dejé también anotado algún caso de canoas automáticas, como aquella llamada Lususen iap, cuya propiedad iba pasando de Sau Telur en Sau Telur, y que no requería remero, «puesto que cuando alguien quería viajar en ella, le ordenaba a la canoa que partiera, y entonces zarpaba por sí sola; nadie remaba».
Recopilando, hasta donde sea posible averiguarlas, las antiguas creencias en las que se advierte la ausencia manifiesta del concepto concreto de una divinidad, que se diluye en una serie de entidades, espíritus, seres volantes celestes que no acaban de llegar a definirse como definitivos dioses, sino como seres dotados de artes mágicas que tanto se mueven por las alturas como conviven con el nativo en la isla—, se saca la conclusión de que por un lado los antiguos pohnpeyanos están refiriéndose a seres que están muy próximos a aquéllos que los indios hopi denominan katchinas por un lado, mientras que por el otro sus divinidades se quedan en el plano de aquellos hacedores,de aquellos poderosos del cielo a que alude el Popol Vuh de los indios quichés: razas o entes con conocimientos superiores a los del ser humano, en definitiva, pero esencialmente ajenos al concepto de una divinidad total.
Alli lo dejamos de momento en las divinidades repartidas por el mundo antiguo ,seguimos en el proximo articulo hablando de esta isla misteriosa,donde mucha gente a buscado respuesta a nuestro pasado.

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